Daniela estaba en su casa preparando la mesa para almorzar, cuando se acordó de que su mamá le había dicho que por favor fuera a la pulpería a comprar un refresco. Le pidió dinero a su madre, tomó su bolso preferido, el que le había regalado su abuela cuando era pequeña, y salió hacia la pulpería. El bolso de Daniela tenía un pequeño agujero y, de camino, sin que ella se diera cuenta, el dinero comenzó a caer al suelo hasta que quedó vacío.
Ella siguió caminando, sin notar que su amigo Víctor iba detrás recogiendo todo el dinero que se le había caído. Víctor pensaba: “¡Qué bien! ¡Este dinero me sirve para comprarme un helado! Me lo llevaré a mi casa, y cuando ya Daniela no esté, iré a la pulpería a comprármelo”. De repente, se sintió muy mal por lo que iba a hacer, y meditó: “Este dinero no es mío, no estaría diciendo la verdad si compro mi helado con esto que no me pertenece. ¡No, no! Necesito devolverle esto a Daniela antes de que llegue a la pulpería y se ponga muy triste. Si se da cuenta de que yo me iba a llevar su dinero, se va a enojar mucho conmigo”.
A pesar del temor de Víctor y su antojo por un helado, fue valiente y se acercó a Daniela: “¡Daniela! Este dinero es tuyo, se te cayó durante el camino, y quiero pedirte perdón porque por un momento pensé en llevármelo para comprarme un helado” –dijo Víctor. A lo que ella respondió: “¡De verdad que eres honrado, Víctor! Me dijiste la verdad y devolviste lo que no era tuyo. ¡Ven! Con este dinero puedo comprar el refresco para mi casa, y mi mamá me deja comprarme un helado también, ¡te lo regalaré!”. Víctor se puso muy feliz, y se sintió orgulloso de haber hecho lo correcto.
~Pamela Vargas Chavarría
Diagnóstico
Víctor era muy bueno en matemáticas. Además de que siempre ponía mucha atención en clase y le gustaba mucho la materia, también tenía facilidad para todo lo que eran números; pero esto no le sucedía con la materia de español. Al acercarse la semana de exámenes, comenzó a preocuparse porque no se sentía preparado para el examen de español, y se dio cuenta de que a muchos de sus compañeros les sucedía lo mismo en otras materias; había unos que no entendían matemáticas, pero eran buenos en estudios sociales; otros eran buenos en ciencias, pero les costaba estudios sociales.
Un día, conversando en el recreo, se les ocurrió una grandiosa idea de cooperación: –¿Por qué no nos ayudamos entre todos a estudiar para los exámenes? –dijo uno de ellos–. Podemos hacer un grupo en los recreos, y el que es bueno en una materia puede ayudar a los que les cuesta más; así cooperamos todos unos con otros. Y así fue. Esta gran idea funcionó para que todos obtuvieran excelentes notas en esos exámenes, además de que ya no les costaba tanto la materia. Ellos decidieron hacer esto siempre que alguien necesitara ayuda; así, todos juntos alcanzarían las metas.
~Pamela Vargas Chavarría
Diagnóstico
Un día, estaba Daniela patinando dentro de la casa, a pesar de que sus padres le repetían todos los días: “Daniela, cuidado quiebra algún adorno de la casa; los patines son para usarlos fuera, no dentro”; pero ahí estaba ella, patinando rodeada de un montón de objetos que se podían romper mientras sus padres miraban la televisión.
Había un adorno que a su madre le gustaba muchísimo; eran unas uvas de vidrio, que sin duda eran muy frágiles, y Daniela pasaba una y otra vez cerca de ellas, hasta que en un momento ¡zas!, cayó Daniela al suelo, y con ella las preciadas uvas de su madre. Estas cayeron en pequeños pedazos sobre el suelo, mientras Daniela solo pensaba “¡Ayyyy no! ¡Las uvas de mami!”.
A los que nos ha pasado esto alguna vez en nuestras vidas, sabemos lo que Daniela siguió pensando: “Voy a esconderlo y ella nunca se dará cuenta… es que no puedo contarle porque se va a enojar mucho… tal vez si acomodo los adornos diferente, nunca se dará cuenta de que las uvas estaban ahí”.
Mientras ella planeaba cómo esconder su gran error, recordó que la semana anterior le habían enseñado en la escuela sobre la responsabilidad: reparar los daños que hiciera, admitir sus errores, pensar en los beneficios y aceptar las consecuencias de lo que hacía; así que ya no podía mentir más. Se armó de valor y fue a admitirle a su madre que había quebrado las hermosas uvas de cristal. Por supuesto, su madre se enojó muchísimo por la desobediencia de Daniela, pero le alegró ver que estuviera siendo tan responsable y admitiera sus errores. Daniela recibió las consecuencias y tuvo que pegar las uvas pedacito por pedacito, para reparar el daño que había causado, pero lo hizo alegre, sabiendo que había hecho lo correcto.
~Pamela Vargas Chavarría
Diagnóstico
El año pasado concursé en la carrera anual de la escuela; teníamos que correr alrededor de ella y duramos unos 30 minutos. Fue muy cansado, no pude terminar la carrera, y es que yo ni siquiera me había entrenado para ese día. No les voy a mentir, me sentí muy triste; aunque dicen que “lo importante no siempre es ganar sino divertirse”, yo quería por lo menos poder terminarla.
Este año decidí no rendirme, y dar mi mayor esfuerzo para por lo menos lograr terminar la carrera. Me puse a ver videos de los corredores famosos del mundo, y me impresionó ver la manera en que siempre daban lo mejor de ellos a pesar de que estuvieran cansados. Comencé a correr con mi hermana mayor alrededor de mi casa unos meses antes de la carrera, y cada día sentía que podía hacerlo más rápido y por más tiempo. Ya me estaba sintiendo preparada.
Y al fin llegó el gran día, ¡el día de la carrera! Había muchísimas personas, no solo estudiantes, sino también los familiares y amigos, así que tuve un poco de miedo al principio, pero sabía que tenía que ser valiente. Ahí estaban Daniela y Víctor también, que, por cierto, son buenísimos en eso de las carreras y me ayudaron mucho para imitar la forma en la que ellos se entrenaban. Y, ¿adivinen qué?, comenzó la carrera y no me rendí hasta llegar a esa meta. No gané, pero di mi mayor esfuerzo y llegué a donde yo quería. Ahora el próximo año llegaré más lejos, porque seguiré siendo perseverante. ¡Qué feliz estoy!
~Pamela Vargas Chavarría
Diagnóstico
Ana Pereza era una compañera de clase de Daniela (en realidad, sus compañeros le decían así porque todo lo hacía con pereza, pero su nombre real era Ana Pérez). A ella siempre le gustaba hacer sus tareas en el último momento, lo más cortas y simples posibles, sin importarle si estaban correctas o no; conforme pasaba el tiempo, cada vez le daba más pereza hacer sus trabajos y cumplir con sus obligaciones.
Cansada de que le dijeran “Ana Pereza” y de salir siempre mal en todo, decidió cambiar. Ese día, la maestra dejó una tarea muy importante, así que tomó la decisión de aprovechar esa oportunidad. Al llegar a su casa no vio televisión, porque ella sabía que era más importante realizar la tarea. Tampoco salió con sus amigas, ya que pensaba: “Cuando termine esta tarea, voy a poder salir con mis amigas sin que me molesten”.
Junto con la ayuda de su padre, realizaron un horario del día: “Comer, descansar, empezar la tarea, descansar un poquito más, terminar la tarea, comer, y dormir”. Ella dio lo mejor que pudo para esta tarea, y el día de la entrega estaba muy feliz y emocionada de que la maestra y compañeros vieran que ella no era perezosa, pero, sobre todo, estaba muy feliz consigo misma al darse cuenta de que sí podía ser trabajadora.
Al leer la tarea frente a todos, la maestra la felicitó, y a partir de ahí no la volvieron a llamar “Ana Pereza”, sino que le decían Anita.
Ana se sintió tan bien, que hizo un horario de trabajo para toda la semana, así podía hacer sus obligaciones y también salir con sus amigas.
~Pamela Vargas Chavarría
Diagnóstico
A unas cuatro casas de la de Víctor, vivía Gastón, un niño que le encantaba gastar todo el dinero que sus padres le daban semanalmente. Gastón normalmente gastaba la mitad de ese dinero en antojos, y la otra mitad se le perdía, pero siempre se arrepentía porque nunca podía comprarse las cosas que él realmente deseaba.
Víctor, al verlo tan desesperado, decidió ayudarlo y aconsejarlo con sus propias prácticas. Le recomendó preparar una caja especial como alcancía para guardar una parte de lo que le daban; también asegurarse de que su dinero esté en un lugar seguro siempre para que no se pierda, e ir al banco a guardarlo para que su dinero esté en una tarjeta y sea más seguro y fácil de llevarlo.
Víctor le contó a Gastón lo bien que se sentía ahorrar, y poder comprarse, en el futuro, cosas importantes que le gustaran. Gastón comenzó a practicar lo que Víctor le enseñó, y al ver lo fácil y emocionante que era, trató de ayudar a más amigos y amigas con los mismos consejos.
~Pamela Vargas Chavarría
Diagnóstico
Y tal vez ustedes me pregunten: “Daniela, ¿cómo es que Víctor y vos son tan amigos? ¿Cómo se conocieron? ¿En dónde comenzó la amistad?”. Bueno, cuando tenía ocho años mi tío me construyó un carrito de madera; no era muy seguro y sin frenos, pero era superdivertido sentir esa emoción de pensar que en cualquier momento me podía caer. Ahí Víctor y yo no éramos amigos todavía, solo vecinos.
Un día me monté al carrito y bajé la colina que está por mi casa. Ese carro se fue a toda velocidad conmigo encima y, como no tenía frenos, tuve que tirarme al suelo antes de chocar contra un árbol. Vi que Víctor salió corriendo de su casa, y pensé: “¡Ahora se va a llevar mi carro!”, pero se iba acercando a mí y no al carro; entonces creí que era un interesado, y me iba a ayudar solo para que le prestara el carro.
Llegó a donde estaba yo, toda raspada, y me ayudó a levantarme. Traía una botella de agua para que me limpiara las rodillas y los codos. Se veía que su interés por ayudarme era sincero. Yo le pregunté que si quería usar mi carrito y me dijo que no, que no le gustaban las cosas tan peligrosas, que él solo quería colaborar.
Desde ese día somos muy buenos amigos. Aprendí a confiar en él y, con el tiempo, logré que él también confiara en mí. Ahora que somos compañeros en la escuela, tratamos de que todos y todas sean amigos y amigas, igual que nosotros dos.
~Pamela Vargas Chavarría
Diagnóstico
¡Hoy es el gran día! Estoy muy emocionado. Hoy, por fin, iremos con la escuela a sembrar árboles en el parque que está cerca de ella. La maestra nos ha estado hablando, estos días, sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y la naturaleza; dice que cuando ella estaba de nuestra edad, había muchos más árboles, animales y menos basura. La verdad, eso me preocupa porque, si seguimos así, cuando estemos más grandes no va a existir ningún árbol o animal.
Sé que tal vez soy un poco joven para pensar en cuando tenga hijos, pero, de verdad, quiero que ellos o ellas conozcan todo lo que yo he podido conocer. Mi mamá me dijo ayer: “Víctor, estoy muy orgullosa de que vayas a sembrar árboles mañana. Sé que cuando yo tenga nietos, ellos también van a estar muy felices de que su padre, cuando estaba joven, fue el que los sembró”.
La maestra dice que sembrar árboles ayuda mucho al ambiente, pero que no es suficiente. Nos ha enseñado sobre la importancia de no desperdiciar el agua, de no tirar la basura en las calles, de reciclar, de reutilizar las cosas, y hasta nos ha enseñado a hacer adornos y manualidades con lo que reciclamos en nuestras casas. Todo esto me emociona muchísimo, ya que este planeta no es solo mío, ¡sino de todos!
~Pamela Vargas Chavarría
Diagnóstico
Usamos cookies para analizar el tráfico del sitio web y optimizar tu experiencia en el sitio. Al aceptar nuestro uso de cookies, tus datos se agruparán con los datos de todos los demás usuarios.